Novelando casos / La última estación

Por Carina Sicardi / Psicóloga / casicardi@hotmail.com


Minutos finales del día que se va. Como siempre, antes de sentarme a escribir, un mensaje de Alejandra me advierte que estoy fuera del tiempo estipulado, con amabilidad pero con firmeza. Yo ya lo sé, pero quizás esta vez, casi me niegue a esta página en blanco que se abrió a mí cada mes como un desafío inabarcable.
El hecho es que me acostumbré a ella, a la que  me esperaba, la que me acogía, la que veía en mí caras de asombro, incertidumbre, inseguridad, tristeza, emoción. Pero desde el comienzo de esta travesía, no dejamos nunca de producir algo juntas.
Confieso que nunca volví a leer lo que escribí, pero sin dudas fue un espacio en que decidí compartir mi vida con los lectores, esas personas que quizás no me conozcan personalmente e imaginen una figura que represente mis palabras; esas que me entendían, y a veces, no tanto…
Mucho pasó en estos años, comienzos y finales, como en la vida de todos. Hoy les puedo explicar el miedo que tenía en los primeros artículos: yo no soy escritora (seguro ya se dieron cuenta de ello, jajaja), pero repetí en varias ocasiones que me atreví a escribir como lectora. Entonces, cada comentario era fundamental. Por sobre todas las cosas me preguntaba, ¿entenderá la gente lo que escribo?, ¿les interesará?
Poco a poco esta página pasó a integrarse a mis días y me sentía orgullosa de formar parte y poder hacerla.
Algunas veces, el viento sopló fuerte en mi contra, dejándome casi sin fuerzas, como esos días de invierno en que cuesta caminar, parece que el aire corta la cara y no queremos siquiera mirar hacia atrás para ver qué quedó en pie de lo que teníamos seguro hasta ahí. Así me sentí, aun en pleno verano, y eso también decidí compartirlo en esta página, aunque el teclado, peligrosamente, fuera regado por las lágrimas.
Otras tantas, el sol volvió a salir, presentándome personas hermosas que llegaron para quedarse, como aquellos que partieron pero igual estarán en mí siempre, porque así lo decidí.
Durante estos años la muerte me llevó a gente amada, cada uno desde su lugar, irreemplazable. Cambié domicilios de trabajo, pero no de profesión; y de cada uno de mis pacientes me llevo un recuerdo imborrable, porque con cada uno de ellos he transitado los lugares más solitarios e inhóspitos que los síntomas suelen presentar. De cada uno de ellos aprendí; y los quise, traté de devolverles su invaluable confianza con saberes.
Por el lugar que me dieron ellos, es que me ofrecieron este espacio. Por ellos me formo aun hoy cada día. Por ellos me levanto feliz y les ofrezco lo mejor de mí. Y como en cada final de un libro, me quedo pensando cómo habrán seguido sus vidas después de mí. Jamás me olvido de ellos ni de sus historias de vida. A algunos los he presentado aquí mismo…
Me cuestan mucho los finales. Casi no puedo pensar siquiera que la notebook se abre por última vez habitándome e invitándome a ser desde la palabra escrita, pero así debe ser. El recorrido de este tren termina aquí, y un cartel enorme me  indica que llegamos a la última estación.
No sé si alguien espera en el andén, no sé siquiera cómo sigue este viaje; o simplemente llegamos sin darnos cuenta, donde queríamos llegar. De algo estoy segura: a las palabras no se las llevará el viento, basta simplemente con mirar hacia atrás, tomarlas y resignificarlas.
Gracias infinitas, Ale, por confiar en mí más que yo misma.
Gracias a cada uno de ustedes que me regaló el tiempo de su lectura, gracias por acompañarme.
Aquí se cierra un capítulo maravilloso, la notebook también…

Hasta siempre.

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