De reyes y elefantes - Noviembre 1º



Por Garry

El ajedrez es un juego que exige concentración, algo de estudio y mucha enjundia. Sin cierta riqueza en las ideas, los resultados se hacen esperar. Pero es común ver a los niños más despiertos ganar partida tras partida pues, como dice el viejo dicho, lo que Salamanca no da, la voluntad logra.
Tan importante es la voluntad en el ajedrez –como en la vida- que su ejercicio solo ha bastado para ganar, allí donde la posición no lo permitía. Una anécdota famosa cuenta que Chigorín –luego campeón ruso- jugando con un aficionado, llegó a un final de reyes puro, un final donde el jaque mate es imposible. No dándose por vencido, tomó el futuro campeón a su rey y lo colocó junto al rey enemigo –jugada imposible- y exclamó: ¡jaque! El rival, anonadado, retiró su rey. Chigorín comenzó a perseguirle de este modo absurdo, gritando jaque a cada movida imposible realizada, hasta que el monarca del torpe quedó encerrado en una esquina. Allí abandonó el aficionado su juego con resignación. Chigorín ha sido así el único jugador del mundo que logró ganar gracias al guapeo de su rey.
El ajedrez copia a la vida en casi todos los aspectos. De hecho, aunque nació como juego de personas principales para ser entrenadas en el arte de la guerra, ha sabido amoldarse a cada cambio social, a cada nueva idea filosófica. Pero no nos apuremos, aún debemos aprender sobre el resto de las piezas y sus posibilidades de movimiento.
Ya expliqué que los reyes mueven una casilla por turno, y que jamás han de pisar casa amenazada por el rival.
Veamos hoy cómo mueven y atacan las torres, fenomenales piezas de batalla, que en el origen del juego representaban a los elefantes que en la India y luego en Asia se utilizaban para la guerra. El elefante era domesticado y sobre él cargaban una canasta. En ella iba el conductor y dos o tres hombres armados con arco y flecha. Aquellos enemigos que no eran pisoteados por la bestia, caían bajo las saetas. Es fama que Alejandro Magno sufrió el embate de los paquidermos cuando se enfrentó a las tropas del Persa Darío III.
Las torres del ajedrez corren por la columna y la línea que ocupan, es decir, corren en vertical y en horizontal por el tablero, avanzan y retroceden, y capturan a las piezas enemigas que encuentran a su paso.

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