Cuidemos el cielo - Noviembre 2º



Por Sergio Galarza
sergiogalarza62@gmail.com

“¡Vámonos!”, dijo Yuri, y toneladas de combustible lo llevaron al cielo. ¿Cuántos de nosotros ha visto la Tierra? ¿Cuántos la leve curvatura? ¿Cuántos el nítido azul desdibujarse en el espacio absoluto?
El primer hombre que vio la Tierra desde el cielo fue Gagarin, héroe ruso. Yuri trepó a la estratósfera y desde allá dijo: “¡Es hermosa, cuídenla, no la destruyan!”
Ascendió en un cohete Vostok, orbitó el planeta y cayó en paracaídas a sólo 110 kilómetros de donde debía hacerlo.
Una campesina lo vio caer, se acercó con su nieta, le preguntó:
-       ¿Usted viene del cielo?
-       Ciertamente, sí -dijo Yuri- pero tranquilícese, soy ruso.
Entonces corría el año 1961 y el hecho fue una verdadera proeza. De hecho, la nave estuvo a punto de desintegrarse durante el reingreso a la atmósfera.
Hoy, un par de millonarios ofrece realizar tal ascenso como actividad turística.
Si dispones de 250.000 verdes puedes comprar tu boleto para pasear. Esta rara propuesta se suma al reality que se promocionó acerca de Marte. Tal empresa era falsa y sólo pretendía generar un comercio espurio. Un viaje tripulado al planeta de la Guerra aún es imposible, lo haremos en el porvenir. Pero un ascenso a la estratósfera es posible. De hecho, un millonario ruso pagó unos cuantos millones para que lo varearan un tanto más alto, y -hace poco- permitieron a un deportista saltar a 39.000 km de altitud. Este cayó durante cuatro minutos, rompió la barrera del sonido durante la caída. Me pregunto ¿para qué, para qué hizo eso?
La estratósfera es una región intermedia de la atmósfera de nuestro planeta. Se la sitúa entre los 10 y 50 kilómetros de altitud. A semejante altura de la superficie terrestre, la curvatura del planeta es notoria y el color azul característico de nuestro cielo ha quedado atrás. Los gases existentes no tienen la densidad necesaria como para dispersar luz solar.
¿Por qué los gases atmosféricos merman en tanto ascendemos? La razón es que por cada unidad de distancia que nos alejamos del núcleo planetario, la atracción gravitatoria disminuye en cuatro; luego, a cierta altura, la fuerza de gravedad no es suficiente para retener las moléculas que la forman. Nuestro satélite –por ejemplo- genera atmósfera a cada instante por interacción de sus átomos con las emisiones solares. Sin embargo, así como se crea, se pierde por la gravedad insuficiente.
Yuri Gagarin, el héroe del pueblo, el don Juan, el borracho, el trabajador socialista que murió a los 35 años -¡tan solo eso, él, que tocó el cielo!- realizó su epopeya para estudio de las consecuencias de la ingravidez sobre el cuerpo humano. Ese viaje permitió los que le siguieron.
La empresa turística que promociona el ascenso especula sin embargo con otros valores: desarrollos científicos actuales, el espectáculo prodigioso, la banalidad de ciertas personas.
El ascenso no es juego ni debiera ser tomado como un paseo. De allí surgirán próximos tours a la Luna y pronto algo tan hermoso como el cielo se llenará de burgueses que mirarán lo creado a su alrededor con displicencia, lo harán a través del lente de una cámara. Tal sucede frente a las ballenas, los glaciares y, en cualquier domicilio, donde los padres se concentran más en filmar el cumpleaños de sus hijos que en disfrutar el momento al abrazarlos.
Así, los invito: ¡Vámonos! Observemos el hermoso cielo, disfrutemos de su color y sus contrastes, de los ocasos tornasolados, de las bellas constelaciones y de las estrellas fugaces.
Y quiero también, invirtiendo la frase del héroe ruso, decirles: ¡Qué bello es el cielo! ¡Cuídenlo, no lo destruyan!

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