Tapa Febrero 2013

Recuerdos



Por Alejandra Tenaglia

No conocí a mi abuelo paterno, pero sé que fue placero del pueblo. También sé que a mi papá, se le llenaban los ojos de lágrimas cada vez que lo rememoraba. En mil oportunidades, me contaba cómo lo hacía trabajar en la quinta que estaba en el fondo de la que ahora es mi casa, su rigidez para con los horarios, y sobre todo su bondad infinita. Ahí es donde el llanto se le hacía incontenible. Y yo, muy niña, me enojaba en silencio por no haber tenido la chance de disfrutarlo, de llamarlo “nono”, de escuchar y ver a quien logró calar tan hondo en un hombre cerrado y más bien inconmovible, como era mi padre.
Tales son los intersticios de la vida y el andar caprichoso de los sucesos, que la historia ha venido a repetirse desde hace ya más de 10 años, arrojándome a mí a ese bordecito en el que los ojos se humedecen al contar anécdotas que encierran ahora, a mi propio viejo querido.
A los sentires personales, siempre un poco diferentes y también iguales en relación a seres entrañables que ya no están, se suman los recuerdos. Esos sí que son algo inexplicable. Solemos ir con una madejita ya por demás conocida debajo del brazo, que pasamos de mano en mano en toda charla que abra la ocasión. Pero un día cualquiera, fuera de todo plan y escapando a las comisuras de nuestro andar cotidiano, un hecho, un aroma, una melodía, nos despiertan el deseo de volver a comer el helado de frutilla de aquella casa comercial a la que, sin decisión consciente mediante, nunca más regresamos. ¿Por qué dejé de hacerlo?, una se pregunta. ¿Cómo fue que olvidé que me gustaba ir allí? Quizás porque el placer mayor era ir junto a mi padre, que me compraba el vasito repleto de crema como souvenir de la visita a esa ciudad vecina. Y el recuerdo emerge, todo juntito y apretado, insuflándonos en el alma un calorcito sin igual. Una revive, aunque sea un rato, al momento con todo su alrededor. Y hasta se siente aquella niña de cuerpo entero; es una maravilla lo que logra la imaginación…
También suele darse que es otro quien nos regala su recuerdo sobre un ser querido. Qué regocijo, con qué entusiasmo escuchamos… Es como cuando nos cuentan un sueño del que fuimos parte. Y quizás, ahora que lo pienso, se trate casi de lo mismo. Lo cierto es que el registro que el otro nos brinda de una realidad que se nos escapó de las manos porque así lo impone este avanzar del reloj que nunca cesa, aparece como rayo de luz sobre un rincón fornido de oscuridad. Y se nos enturbia el presente con ese pasado que aparece tan lejano; y se nos alivia el pesar de la ausencia al descubrir que alguien más, mantiene vivo lo que para una es tesoro; y nos sentimos más cuerdos con la coincidencia de datos; y se nos mueve la estantería con detalles nuevos; y nos enorgullecemos por el cariño que trasunta el narrador en sus gestos; y nos percibimos claramente únicos en esos instantes, protagonistas certeros de nuestra epopeya, gladiadores cuyas batallas no deben cejar jamás. Gracias a esas personas que nos regalan sus memorias, vibra una cuerda que nos hermana volviéndonos un poquito más humanos, menos tontos y vanidosos, más cercanos a “eso” que aunque no podamos definir con palabras, sabemos que es lo que importa de verdad.
Después, claro, una se sacude como lo hace el perro ni bien despierta, para volver al andar. Para poder seguir avanzando, porque sabido es que esta calle por la que transitamos, tiene sentido único obligatorio hacia adelante…
Además de mi viejo, muchos otros me han hablado de mi abuelo el placero, repitiendo al unísono lo bueno que era. De su esposa, mi querida abuela Rosa y su almacén de ramos generales, unos recuerdan el cacao que iban a comprar, otros el pedazo de dulce de batata con o sin chocolate que sólo venía en latas, el vino en damajuanas, las aceitunas variadas alojadas en grandes frascos, los quesos en hormas, el kerosén en tanque, el azúcar en cajón de madera y las galletitas sueltas, las alpargatas, las libretas negras en las que anotaban lo que llevaban para luego pagar todo de una vez, y aquí la coincidencia recae en el carácter severo de la Doña; es cierto, mi nona era brava. Pero a esta seguidilla de recuerdos, yo tengo uno para agregar, chiquito pero que a mí me hizo degustar su magnanimidad. Miren, me decía “Alita” con una alegría tan grande, tan grande, que se le desparramaba por toda la cara. Y eso, ¿quién lo puede olvidar?
Hace poco una amiga perdió a su abuela. A Doña Ñata también se le encendía la voz de felicidad cuando decía “Fernanda”, lo decía con tantas ganas... Seguramente ese será uno de los más gratos recuerdos que mi amiga llevará siempre consigo; como ustedes llevarán frases o palabras de un ser querido que, tanto se adelantó en el camino, que ya no se lo alcanza a ver con una simple mirada.

 

Día Mundial de la Radio - Sección Leo Malizia


13 de Febrero / Día Mundial de la Radio
UNA MAGIA SIEMPRE VIGENTE...

Los incendios y la energía eléctrica


PREVENCION

Por Walter A. Herrero
Lic. En Seguridad y Salud Ocupacional
ICIE Nº 2-2843-5

Los incendios son uno de los eventos más trágicos y destructivos de la humanidad, el fuego destruye todo a su paso indiscriminadamente y el humo penetra en cada rincón matando todo ser viviente y arruinando todo. La velocidad de su propagación y la severidad de su destrucción pueden en pocos minutos acabar con muchas vidas, devastar nuestros lugares queridos que atesoran elementos de valor económico y sentimental.
En los últimos años aumentó notablemente el consumo de energía eléctrica debido a una sistemática incorporación de electrodomésticos, como por ej. aire acondicionado, heladeras con freezer, calefactores, computadoras, pavas eléctricas y muchos otros  equipos que forman parte del paisaje cotidiano. Estos equipos han generado un aumento significativo del consumo eléctrico y muchas veces no cuentan con instalaciones eléctricas diseñadas para ese consumo, además nuestra falta de conducta preventiva nos lleva a incorporar instalaciones no embutidas con prolongaciones exteriores comúnmente llamadas “zapatillas”, para conectar varios equipos en forma simultánea con el agravante de la incorporación de adaptadores de enchufes de tres patas a los antiguos de dos patas.
La falta de conductas preventivas, la falta de planificación y la ignorancia del riesgo, forman un cóctel de fatales resultados. Muchas veces simplemente salta una protección, otras quema un electrodoméstico o un pedazo de cable, pero en ocasiones el desenlace es fatal.

¿Por qué la energía eléctrica es capaz de provocar incendios?
Cuando un conductor eléctrico lleva corriente, se genera calor en él, acorde a la Ley de Joule, en proporción directa a la resistencia del conductor y al cuadrado de la corriente, generalmente de poca importancia en relación al riesgo de incendio. Pero, si se excediesen las corrientes especificadas o cuando un conductor se encuentra sobrecargado, la generación de calor se convierte en un riesgo por el deterioro del aislante del conductor y por el exceso de calor generado. Otro efecto a considerar es la ocurrencia de un cortocircuito, es decir, cuando el polo vivo toma contacto con el neutro de la instalación, generándose corrientes extremadamente elevadas.
El Reglamento Eléctrico de la AEA (Asociación Electrotécnica Argentina) especifica la corriente máxima que puede transportar con seguridad un conductor sin sobrecalentarse. 
Todas las normas que regulan la instalación y mantenimiento del equipo eléctrico incluyen requisitos destinados a impedir incendios causados por la formación de arcos y por el sobrecalentamiento, y asimismo para impedir el contacto accidental que puede causar choques eléctricos y producir víctimas.
Estos conductores, según la longitud (largo) o sección (grosor), generan un calentamiento, que si es bien calculado no afectará a su aislación y se disipará en el aire. En caso contrario, este calentamiento será excesivo provocando el efecto "Joule" el cual terminará dañando la aislación y generando un "accidente eléctrico".

Precauciones de seguridad

-       Todas las instalaciones eléctricas y sus ampliaciones deben ser realizadas bajo normas,  por personal especializado, preferentemente electricistas matriculados.
-       Use con precaución los cables de extensión y no los sobrecargue. Si instala nuevos electrodomésticos, como Aires acondicionados, probablemente necesiten una línea eléctrica exclusiva de mayor sección de cables con protección independiente.
-       Mantenga las prendas de vestir, cortinas y otros objetos potencialmente combustibles, como mínimo a noventa centímetros de distancia de todos los calentadores.
-       Si un electrodoméstico tiene un enchufe de tres puntas, úselo únicamente en un tomacorriente para tres puntas.  NO UTILICE ADAPTADORES DE TRES A DOS PATAS.
-       Todos los electrodomésticos deben estar correctamente ventilados.
-       Contar con un detector de humo, aumenta enormemente sus probabilidades de sobrevivir a un incendio, estos detectores deben estar conectados a un sistema de alarma que si es posible debe ser MONITOREADA 24 hs. Las alarmas contra robo también admiten detectores de humos.

Cada día utilizamos más cantidad de artefactos eléctricos, a los cuales conectamos en redes dentro de nuestras casas que no están preparadas para tanto consumo. Es fundamental tener una conducta preventiva para evitar desgracias irreparables.
De nosotros depende que “seamos responsables”.

Árboles e historias


Por Verónica Ojeda / Técnica en Parquización Urbana y Rural
veronicaojeda48@hotmail.com

En cada una de las historias relatadas en las últimas ediciones, hay como protagonista  un árbol.
Lo cierto es que a través del tiempo y los años, muchos son los que me han acompañado en este recorrido. No por azar en mi juventud elegí esta carrera que hoy desempeño con total felicidad y que por cierto me ha dado muchas satisfacciones.
Es por ello que no voy a contar en esta ocasión una historia en particular sino muchas –creo que podría enumerar cientos-, deteniéndome en algunas que son imposibles de olvidar o dejar de mencionar.
En un recorrido cronológico, aparecen junto con la infancia, los paraísos. En aquel entonces me parecían gigantes, estaban presentes en los juegos haciendo de guarida, desprendiendo su perfume entrada ya la primavera y regalando su amplia sombra en las tardes de verano, donde la siesta, acompañada por el temblor que provocaba el tren, era irrevocable.
Más adelante en mi memoria, emergen los frondosos plátanos que rodeaban la casa en donde vivía, mi patio lleno de sombra, esa frescura y el sonido de sus hojas cuando eran mecidas por la brisa… Pero cuya presencia también implicaba la oscuridad nocturna, inmensa, y el aleteo de los pájaros ya en sus nidos creaba en mí la fantasía de algún ser extraño y misterioso que rondaba las vías.
Otros eran los eucaliptos, esbeltos, enormes, espesos; al mirarlos desde lejos semejaban a un grupo de gigantes que se movían a paso lento despeinando sus melenas con el viento, ásperos, con su corteza desgajándose a rebanadas, umbríos formaban ese bosquecito lleno de misterio y propiciaban un sitio ideal para las escondidas. Recuerdo sus hojas alargadas verde grisáceas, sacudiéndose como en un aleteo constante.
¡Los siempre verdes! Esos traen tan gratos recuerdos… La escuela primaria… Eran nuestro lugar preferido para jugar. Ubicados a un costado del patio, en dos  hileras enfrentadas, se convertían en nuestras “casas” cuando “la mancha” era la diversión elegida para el recreo. Y el gran olivo, cercado por un muro bajo que nos servía de asiento y a la vez reparo, charlas interminables se tejieron en su derredor, y ¡la foto con las maestras!
Luego, en mi galería, siguen los cedros de la placita, con  sus ramas extendidas hacia el suelo. Lo más esperado era ver los regalitos colgados para navidad y las bombitas de colores… Los alcanforeros, con su perfume mentolado, hacían las veces de trepadores e intrépidos, imposible no sentarse bajo su fresca y densa sombra en un banco de madera de los que todavía hay, a la espera de la visita de algún caminante.
De allí los invito a escabullirse entre las copas de los jacarandás, árboles bellos si los hay; eso sí, en la primavera y con los racimos liliáceos a puro esplendor. Nunca tuve uno, pero no pierdo las esperanzas de ver algún día el jardín de mi casa nevado por sus flores.
Y si tuviera que incluir algún otro, seguramente sería el ombú, que tiene también su historia. Ese sí me pertenece. Noble desde la raíz hasta sus hojas, lo planté cuando era muy pequeño, tanto que cabía en un vasito. Fue un obsequio de graduación de la carrera, tiene ya casi diez años y bajo su cobijo hoy habita la casita del árbol. Creció y mucho, y no hay nada más hermoso que verlo extenderse, apareciendo cada año una nueva rama y engordando con cada primavera sus raíces. Ya no puede abrazar su tronco, liso y suave, tierno como lo que es: una hierba, aunque su apariencia nos lleve a referirnos a él como a un “árbol” más. Decía, ya no puedo abrazar su tronco, pero cuando me aprieto contra él, sí puedo seguir sintiendo su latido, su compañía y hasta me animo a contarle algún secreto, de esos que contienen sueños íntimos y que sólo con amigos muy leales, nos animamos a decir en voz alta.

La poesía, artículo de primera necesidad


JUAN GELMAN


Por Julieta Nardone
julinardone@hotmail.com

Entre las cosas que se dicen de la poesía, es moneda corriente la suposición de que es bocado exclusivo para quienes entienden bastante de la cocina de la escritura. O por lo menos eso opinábamos la mayoría en la escuela, cuando “nos obligaban” a leer la palabra en verso. Y uno/a –en la irreverencia típica de la edad- terminaba con la sensación de que esos tipos nos hacían el verso, que nada mejor tenían para hacer que ponerse a molestar con palabritas turbias y el ilógico desperdicio del renglón entero. Por suerte, y dicho en dos por cuatro: ahora todo eso ha quedado en el retrovisor...
Particularmente fue gracias a González Tuñón primero; e inmediatamente después, a Urondo y Gelman, entre otros, a quienes debo esta especie de reivindicación personal del género poético. Todos ellos tienen como mayor influencia la propia realidad, antes que cualquier saber libresco. Este aspecto es notorio incluso en sus artilugios creativos y no sólo en los asuntos abordados.
En esta ocasión procuraremos dar un vistazo por los primeros libros del escritor porteño Juan Gelman: Violín y otras cuestiones (1956), El juego en el que andamos (1958), Velorio del solo (1961) y Gotán (1962). Existen varias afinidades entre estos textos: el coloquialismo en el lenguaje, la amplitud de miras frente al contexto socio-político, cierto humor e ironía un tanto pudorosos y, de manera especial, la ternura más honda. Una ternura que no complace pasivamente; en todo caso pareciera confrontar las robustas esperanzas y los sinsabores de la vida personal del poeta, que en gran medida exhiben los de la historia continental.  
Poemas de tonada porteña que tocan el barro y rozan la nube, en los que se pretende afrontar el plan colectivo de llevar la poesía al pueblo para demostrar que es un artículo de primera necesidad, como el pan y el fusil. Hay que tener en cuenta el agitado momento de la historia en que se enumeran estas cosas como artículos elementales. Será la etapa inaugural de una generación de intelectuales que, no muchos años después, responderán con la palabra al golpe de fusta del terrorismo de estado –aunque vale decir que en algunos casos, como en el propio Gelman, también formando parte de la militancia armada por el sueño de una patria socialista.
Con su primer libro da inicio a una voz poética que es apenas vocera de los más postergados: Padre, desde los cielos bájate, he olvidado las oraciones que me enseñó la abuela... bájate un poco, contempla esto que soy, este zapato roto, esta angustia, este estómago vacío... (Oración de un desocupado). Luego, el porteño nacido el 3 de mayo de 1930, andará por el nostálgico amor en toda su amplitud; la presencia de lo que no llega todavía: Años futuros que habremos preparado conservarán mi dulce creencia en la ternura, la asamblea del mundo será un niño reunido; como también la presencia de lo ausente: Estás en mí como está la madera en el palito (Oración).
Pero es en Velorio del solo y en Gotán donde se hace más visible el trabajo sobre el lenguaje en busca de una lírica popular original y expansiva. A través de estos versos, la retórica del tango ve redefinidos sus tópicos para tensar la cuerda en dirección, fundamentalmente, a la pasión por transformar la realidad del país: Somos los que encendimos el amor para que dure, para que sobreviva a toda soledad. Hemos quemado el miedo, hemos mirado frente a frente al dolor antes de merecer esta esperanza... (Madrugada)
Hombre de fuertes anticuerpos, Juan resurgió por la palabra tantas veces, siempre convencido de que no se puede vivir de la poesía, pero sí para la poesía. Este Juan que puede llegar a ser otro sin olvidarse de sí mismo: Ha muerto un hombre y están juntando su sangre en cucharitas, querido juan has muerto finalmente. De nada te valieron tus pedazos mojados en ternura. Cómo ha sido posible que te fueras por un agujerito y nadie haya ponido el dedo para que te quedaras... Ya te abajaron, hermanito, la tierra está temblando de ti. Vigilemos a ver dónde brotan sus manos empujadas por su rabia inmortal. (Final)